CRÍTICA DE MÚSICA
Jin/Hallenberg: jóvenes sentimientos, nobleza de canto
Volvía la mezzo sueca Ann Hallenberg en un hermoso programa en el que se medía con la soprano china Jiayu Jin, duelo de donde surgió una complicidad capaz de firmar un 'Stabat Mater' (Pergolesi) inolvidable.

FEMÁS 2025
Stabat Mater
- Programa: D. Scarlatti, Leo y Pergolesi.
- Intérpretes: Jiayu Jin (soprano), Ann Hallenberg (mezzosoprano). Il Pomo d'Oro: Zefira Valova y Laura Andriani (violines), Giulio D'Alessio (viola), Ludovico Minasi (violonchelo), Ismael Campanero (contrabajo) y Arianna Radaelli (clave y órgano).
- Lugar: Teatro Turina.
- Fecha: 12/04/2025.
Después de tantos conciertos es fácil llegar a la conclusión de que el secreto del entusiasmo reside en que cada cosa esté en su sitio. Y puede parecer muy obvio, pero difícilmente ocurre. Aunque a veces el destino quiere que se den las circunstancias. La ... mezzo sueca Ann Hallenberg sustituyó a Anna Bonitatibus en un concierto de la OBS en 2020 y entonces escribimos que era difícil que Bonitatibus (o cualquier otra) lo hiciese mejor; pero ahora lo podemos asegurar después de oírlas a las dos en poco espacio de tiempo.
Hallenberg es un prodigio vocal, un dechado de elegancia, sabiduría, exquisitez de canto, desde una voz que conserva muy bien sencillamente porque canta lo que debe, lo que le viene bien a su voz en cada momento de su carrera. Su 'Salve Regina' para voz solista, cuerda y continuo en La mayor de Domenico Scarlatti nos dio la oportunidad de oír una voz llena, con un registro que busca la naturalidad, la distinción, la serenidad, con una técnica que le permite moverse dentro de su ámbito vocal sin perder la homogeneidad del color o sufrir por el 'passagio'. Y eso que en principio es una obra prevista para una soprano. El contraste de cada una de las partes (que se procuró hacer lo más seguido posible) fue otra prueba para su voz, que tan pronto lidiaba con algunas agilidades, como entonaba elegantes melodías con su fraseo exquisito, destacando las partes de retórica musical, como en 'Ad te suspiramus' o mostraba su sobrado 'fiato' con términos interminables como 'ostende' («muestra»), de largas vocalizaciones ya al final de la 'Salve'.
Pero luego llegó el turno de Jiayu Jin, una voz más operística, con un registro que en principio podía resultar demasiado poderoso para la música de la 'Salve Regina para voz solista, cuerda y continuo' en Fa mayor de Leonardo Leo (incluso nos pareció oírle un brevísimo 'glissando'), pero que poco a poco fue adecuándose al texto, dejando ver una técnica tan magnífica que no sólo era capaz de emitir agudos enérgicos, sino que se podía balancear su canto sobre 'pianissimi' etéreos, sin llegar a rozar ni a temer que su voz se entrecortara. Ha estudiado en Europa, lo que le proporciona una dicción bastante buena incluso en los agudos, a la vez que también cuidó la retórica, no sólo también en el otro «Ad te suspiramus» (el de Leo), sino en 'lacrimarum', también dentro de esta estrofa, palabra que se repite muchas veces con distinta música, hasta culminar por fin en una vocalización de cromatismo descendente, para realzar el sentido del texto. También pudimos comprobar la belleza y brillo de su voz en las largas notas mantenidas en agudo.

Pero ciertamente no podíamos imaginar cómo sonarían ambas voces juntas en el 'Stabat Mater' para soprano, alto, cuerda y continuo de Pergolesi. En principio eran unas voces muy distintas: una de agudos penetrantes y luminosos y la otra de una delicada expresividad y un color precioso y suave, con bellísimos y bien asentados graves. Pues casaron maravillosamente: una podría pasar por la madre joven, de dolor rayano en el grito ante la muerte de un hijo, mientras la otra asumía a la mujer resignada, esperanzada, aceptando el destino que se la ha asignado, mientras que musicalmente se acoplaban de tal forma que no cabía dudar de la complicidad de ambas cantantes.
Señalaríamos dos momentos especialmente emotivos: el precioso inicio, donde evidenciaron las claves que las reunían, al destacar los retardos de sus voces de forma que llegaba el momento de producir disonancias que, lejos de resolver inmediatamente en consonancias, se prolongaban para sobresalir el dolor. Las cuerdas, por su parte, dibujaban arpegios descendentes como lágrimas o notas entrecortadas como lamentos. El otro momento 'extremo' diríamos que fue 'Quando corpus morietur' un dúo donde las voces tejieron un marco de pausado movimiento, con un último cruce de melodías imitativas que volvían a recrearse en las disonancias, donde la voz aguda trazaba amplias arcadas de dolor, al tiempo que se encontraba con la más grave, que no dudaba en ir a su encuentro, ambas sobre un hipnótico motivo de tres notas en el violín II y acordes solemnes del órgano, creando un momento realmente extático.
Seguramente muchas de estas atmósferas de intensa espiritualidad no podían haberse logrado sin la participación de la violín I, Zefira Valova, de claro liderato y empuje, a pesar de que a la violín II a veces le chirriaba ligeramente el instrumento o no se sincronizaba del todo en las entradas. Pero el conjunto funcionó muy bien, e incluso con el mismo órgano que nos resultó demasiado presente en el concierto de Cantoría, aquí Arianna Radaelli lo mantuvo en un punto justo para que se oyera sin tapar a las voces.
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